Te invitamos a disfrutar de su singularidad a través de este recorrido por los puntos de mayor interés.
Te invitamos a disfrutar de su singularidad a través de este recorrido por los puntos de mayor interés.
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Cádiz y los Cargadores de IndiasEl s. XVIII fue el siglo de oro de Cádiz gracias al auge comercial que tuvo lugar en aquellos años, que la convirtieron en una de las más importantes -y posiblemente en la más rica- del país. Desde finales del s. XVII Cádiz experimentó un enorme crecimiento demográfico, alcanzando los 77.500 habitantes en 1791.
Entre su comunidad había una amplia presencia de vascos, navarros, castellanos, cántabros y gallegos. Pero también extranjeros, en especial italianos y franceses, que suponían casi el 10% de la población. Los primeros trajeron consigo el gusto por la arquitectura y la ópera, y los segundos, la difusión de libros e ideas ilustradas.
En esos años, las exportaciones a las Indias desde el puerto gaditano se componían de artículos textiles, manufacturas de hierro y productos del país (vino, aceite y trigo). En cuanto a las importaciones, a Cádiz llegaban comerciantes de todo el mundo sobre todo genoveses, franceses y flamencos, que eran conocidos como “Cargadores de Indias“. Estos traían la grana (con la que se elaboraba el tinte rojizo), el cobre, el añil, el estaño, el tabaco, el cacao y el azúcar, aunque buena parte de estos productos se reexportaban de nuevo a otras ciudades europeas.
El actual hotel Áurea Casa Palacio Sagasta es una auténtica casa de Cargadores de Indias que mantiene la estructura y la distribución tradicional de la época. -
La antigua embajada británicaEl hotel Áurea Casa Palacio Sagasta acogió en sus orígenes, y hasta finales del s. XIX, el consulado y la embajada británica. Durante este periodo su más ilustre inquilino fue el Embajador Sir Richard Wellesley, hermano mayor del Duque de Wellington quien llegó a convertirse en una de las principales figuras militares y políticas del Imperio británico en el s. XIX.
Cuando el Duque visitaba Cádiz se alojaba en esta casa, por lo que muchas de las estrategias del ejército aliado para expulsar a las tropas napoleónicas de la península fueron planificadas en el actual Áurea Casa Palacio de Sagasta.
Por aquel entonces la embajada británica ocupaba los números 101 y 103 de la calle Amargura, hoy 1 y 3 de Sagasta. En el inmueble del número 101 tenía su residencia el embajador Sir Richard Wellesley. Francisco Xavier Insúa, el único español al servicio de la embajada habitaba en el entresuelo. En la planta baja había dos locales: una sastrería que había cerrado por causa de la guerra y una barbería donde residía el barbero, junto con su mujer y su hija.
En el número 103 sólo vivían soldados y oficiales ingleses, salvo en el local ubicado en el bajo donde se localizaba una mercería en la que vivía el propietario con su mujer y su hijo. -
Balcones y Cierros en la fachada Empezamos nuestro recorrido desde el exterior de esta preciosa e histórica Casa-Palacio animando al visitante a salir a la calle Sagasta y levantar la vista para admirar los detalles de la fachada del edificio.
Además de los balcones y la balconada principal ricamente ornamentadas con adornos florales y querubines, en la fachada del Áurea Casa Palacio Sagasta, nos llaman la atención sus trabajados cierros.
Los cierros se construían en el XIX en madera tomando como inspiración las galerías cerradas tan comunes en el norte de la península.
Los cierros del Áurea Casa Palacio Sagasta destacan por su esmerada factura, y originariamente estaban cerrados con vidrios curvos. Los balcones abombados resultan un elemento singular de la arquitectura gaditana. Su perfil “panzudo”, también conocido como curva isabelina, tiene su explicación en el estilo y las características de la indumentaria de la época, ya que permitía dar cabida a los abultados miriñaques que vestían las damas y evitaban que los ropajes se arrugaran. -
Portalada de entradaLa portada del Áurea Casa Palacio Sagasta es de mármol blanco y está fechada entre 1738 y 1743. En ella podemos apreciar un escudo heráldico con un blasón que perteneció a la familia Díaz Trechuelo, primeros inquilinos del edificio.
En el enmarcado de la portada se aprecia un numero 100 grabado sobre el mármol. Esta inscripción hace referencia a la anterior numeración de la Calle de la Amargura, antigua denominación de la Calle Sagasta. -
GuardacantónSi nos desplazamos hasta la esquina del edificio de la calle Sagasta con el callejón del tinte podemos apreciar un elemento muy característico de los edificios de la época, se trata de los llamados guardacantones.
Los guardacantones se instalaban para proteger las esquinas de los edificios del paso de carruajes de caballos que recorrían las estrechas calles y que a menudo causaban estropicios en las fachadas.
Esta problemática se resolvía con bellos guardacantones de fundición de hierro, como el que encontramos en el Áurea Casa Palacio Sagasta, fechado en 1901 y en perfecto estado gracias a una minuciosa restauración. -
Una genuina Casa-PalacioUna vez en el interior del edificio podemos apreciar los esmerados trabajos de restauración en los que se ha querido preservar la esencia de la construcción original. Invitamos al visitante a perderse en los detalles y dejar volar su imaginación.
Las antiguas Casas-Palacio de Cargadores de Indias se distribuían habitualmente en cuatro plantas organizadas según sus usos. La distribución de la casa gira entorno a un patio principal, que sirve como distribuidor de luz y ventilación. A este espacio se accede desde el exterior mediante la “casapuerta” o zaguán.
En la planta baja se encontraban los almacenes y sobre estos los despachos donde se desarrollaba la actividad comercial. La vivienda principal se localizaba en la planta noble, dotada de una mayor altura y de una decoración señorial, este piso alojaba los dormitorios principales.
Finalmente, en la última planta se encontraban las dependencias del servicio doméstico, mucho más sobrias. La azotea servía de tendedero y permitía recoger el agua de la lluvia y verterla a los aljibes ubicados en el sótano.
En la rehabilitación del edificio se han conservado muchos de los elementos y materiales originales como los suelos de mármol, las carpinterías de algunas habitaciones, la estructura de la escalera monumental o la montera acristalada que culmina el edificio. -
La cancela de entradaPara acceder al interior del Áurea Casa Palacio Sagasta, debemos cruzar una cancela de hierro decorada para acceder al patio. En el tímpano se muestra la fecha de 1852 y el monograma BC, que coinciden con las iniciales de la familia Benito Cuesta, último linaje que residió en la finca hasta entrados los años 90.
El llamador de servicio
Un elemento curioso que encontramos en esta Casa-Palacio es el llamador.
Se trata del elemento original restaurado que se encuentra presente en distintas plantas y puntos del edificio.
Estos llamadores servían para que los miembros de la familia residente pudieran llamar al servicio doméstico. Funcionaba como un timbre de la época para avisar al personal. -
Escalera imperial y techos con yeseríaLa escalera principal resulta un elemento singular de gran belleza y extraordinaria altura. Se han restaurado todos los elementos originales como los mármoles de los peldaños y los zócalos, las carpinterías de madera y balaustradas, y las ornamentaciones en yesería.
De hecho, tanto la cúpula como la superficie de los muros están cubiertas casi en su totalidad por yeserías en relieve con decoraciones de temática vegetal y geométrica, así como con bustos de figuras humanas.
En la parte superior y bajo la cúpula se encuentran cuatro balcones con una base de molduras con decoraciones con motivos vegetales, lacería y un rostro de gran expresividad. -
La montera acristaladaSi alzas la vista desde el patio central, podrás observar la montera del edificio. La montera es una cubierta acristalada que remata el patio interior para conseguir una doble función: permitir la entrada de luz natural y aislar del exterior y la lluvia.
El uso de materiales como el vidrio y el hierro son representativos de la aparición de las corrientes renovadoras surgidas en la nueva sociedad industrial. Estas novedosas formas constructivas son de gran ligereza en contraposición con las tradicionales de la época, más macizas y pesadas.
La montera del Áurea Casa Palacio Sagasta puede considerarse uno de los ejemplos más espectaculares de la arquitectura gaditana por su dimensión y su ligereza. Para recuperarla ha sido necesaria una importante rehabilitación puesto que los años habían dañado cristales y estructura. Una de sus particularidades es que a través de ella se puede vislumbrar la torre-mirador. -
Una de las torres-mirador más destacadas de la ciudadLas torres mirador son uno de los elementos más característicos de la arquitectura gaditana, definiendo el perfil de la ciudad desde el mar. Su construcción se remonta al s. XVI cuando la muralla que rodeó la ciudad a modo de fortaleza obligó a levantar estas torres a modo de atalayas. Hoy en día existen unas 126 construcciones, pero se llegaron a contabilizar 160.
Para los comerciantes de Indias las torres-mirador, herederas de la tradición arquitectónica islámica, ejercían como puesto de observación de lo que ocurría en el puerto de Cádiz. Estaban pensadas para ver y ser vistas, y desde su cúspide se izaban banderas que servían para comunicarse con los buques que entraban y salían del puerto. Llegaron a convertirse en símbolo de prestigio para los comerciantes que competían por conseguir que su torre fuera la más vistosa y espectacular con ornamentaciones de todo tipo.
El Áurea Casa Palacio Sagasta cuenta con una torre de garita de planta octogonal que se eleva sobre la escalera imperial a una altura de 7 plantas. Antiguamente desde el interior de la garita se podía subir hasta la pequeña cúpula por una escalera de caracol. En la garita había unas oberturas para poder otear el horizonte con los prismáticos.
Esta torre se encontraba en un estado muy deteriorado, casi ruinoso, y ha requerido de una rehabilitación esmerada. Hoy es una de las más emblemáticas y bonitas de la ciudad, ornamentada con molduras y decorada con vivos colores y motivos geométricos de almagra, que nos remiten al estilo del arte mudéjar.